domingo, 13 de febrero de 2011

Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como el abismo de polo a polo, doy gracias a los dioses, sean cuales sean, por mi alma inconquistable. En la garra de las circunstancias no he parpadeado ni he gritado. Bajo los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero firme. Más allá de este lugar de ira y lágrimas no se vislumbra más que el horror de la sombra, y aunque la amenaza de los años me encuentre, me encontrará, a mí valiente. No importa lo estrecha que sea la puerta, lo cargada de castigos la sentencia. Soy el dueño de mi destino. Soy el capitán de mi alma.

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